En 2016 iniciaba el viaje de mi vida.

Fue un impás en mi camino, junto con mis ganas de conocer gente y el mundo lo que me llevó hasta la India. La India es un país que no deja indiferente a nadie. A mis 24 años de entonces, este país cambió la perspectiva de mis días y, también, la de mi vida. Trastocó mis ideas y me forzó a evolucionar, creando además una adicción brutal por sumergirme en su cultura. La India es un país que necesita tiempo (y ganas), sobre todo si quieres descubrirla bien. Si consigues pasarte la partida, recibes un Master en Paciencia. Y yo tengo varios ya, lo que me ha ayudado a entenderlos y a integrarme. Tanto es así que mis amigos indios suelen decir que en mi otra vida yo nací y viví en la India, porque no conocen a nadie extranjero tan feliz en el país.

Durante mis años allí, he viajado prácticamente por todos los Estados del país, tanto sola como acompañada. Uno de esos viajes fue en moto. Me he bañado en el río Ganges, un lugar sagrado. Tengo apadrinada a una niña que me llama ‘mamá’. Me formé como profesora de yoga en el Himalaya indio y después impartí clases a mis alumnos. He sido invitada de honor en diferentes eventos locales e internacionales, he enseñado español a niños en un colegio, he compartido tuk-tuks con 17 personas (en India todo es posible), he tenido las uñas amarillas por culpa de la cúrcuma y comer con las manos, he aprendido a hablar tamil (para defenderme), he asistido a más bodas que en España y por supuesto, me he perdido y he indagado en todos los mercados del país. Y es ahí, donde nace la idea de Bhauma Soul.